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Hablar menos, hacer más
El valor del silencio en una cultura del ruido
La infancia y el valor del silencio
Una de las formas más comunes de medir el desarrollo infantil temprano es a través de su capacidad para hablar. Para muchos padres, que un niño hable pronto es señal de inteligencia o desarrollo avanzado, y a menudo se usa como punto de comparación entre niños de la misma edad.
Por eso me sorprendió cuando, en una conversación con la directora de una escuela alternativa, mencionó que hablar demasiado a una edad temprana puede ser un problema. Nunca lo había escuchado antes, pero su explicación tuvo mucho sentido: el lenguaje, aunque es una herramienta poderosa de comunicación, a veces puede convertirse en una barrera para la autoconciencia y la conexión con el cuerpo.
Los niños necesitan conectarse no solo con ideas, sino también con emociones y habilidades motoras. En ese contexto, hablar en exceso puede alejarlos de lo que sienten o de la experiencia de simplemente hacer.
El silencio como espacio de crecimiento
Esta idea resonó profundamente en mí. Confirmó una intuición que siempre he tenido sobre la importancia del silencio y me ayudó a conectar conceptos de diferentes áreas del conocimiento. Por ejemplo, en el entrenamiento físico, los músculos no crecen mientras se ejercitan, sino durante el descanso. Algunos entrenadores incluso llaman a esos períodos “días de crecimiento” en lugar de “días de descanso”.
De manera similar, aunque el cerebro no es un músculo, algunos estudios sugieren que el silencio puede favorecer el crecimiento neuronal. Esto me parece fascinante. Así como el cuerpo necesita descanso para regenerarse y fortalecerse, la mente también parece necesitar silencio —espacio vacío— para procesar, integrar y crecer.
Una cultura que habla mucho y hace poco
Esto me llevó a reflexionar sobre cómo funciona nuestra sociedad. Vivimos en una cultura que habla mucho pero hace poco. Sobrevaloramos la capacidad de vender y subestimamos la capacidad de crear, construir y producir. La política es un ejemplo claro: mucho discurso, debate y promesas, pero poca acción real.
Esto no quiere decir que las palabras no sean importantes. Lo son. El debate, el diálogo, el marketing —todo eso es necesario. Pero es la acción la que impulsa el verdadero progreso. Es en el silencio, en el hacer, donde crecemos y donde ocurre el verdadero cambio.
Hay una frase que siempre me ha gustado, atribuida en distintas formas a diferentes pensadores:
“Habla solo si tus palabras son más hermosas que el silencio.”
Debemos hablar, sí, pero no más de lo necesario —y elegir bien nuestras palabras. Pero, sobre todo, debemos dejar que nuestras acciones hablen por nosotros.
La trampa del marketing: vender antes que hacer
Este principio es especialmente relevante en el marketing. Con demasiada frecuencia, el marketing se enfoca en vender en lugar de escuchar de forma genuina, reflexionar y comunicar con claridad. Pero el marketing no debería consistir solo en encontrar mejores formas de hablar, sino también en aprender a escuchar. Escuchar a nuestros clientes, claro, pero también observar el mundo, contemplar los problemas que queremos resolver e invertir nuestro tiempo en mejorar lo que ofrecemos. No para presentarlo mejor, sino para hacerlo mejor. Porque, en definitiva, el marketing debe estar al servicio del producto, no reemplazarlo.
Cuando el marketing se vuelve más importante que el producto, hay una desconexión. Tratamos de atribuirle cualidades que no tiene, perdiendo tiempo y energía en disfrazarlo en lugar de mejorarlo. Como resultado, las personas se vuelven escépticas, desconfiadas y están saturadas de promesas vacías.
Viniendo del mundo de las ventas, interiorizar este cambio de enfoque me trajo mucha paz interior. Dejé de intentar vender a toda costa. Hoy, intento no enfocarme solo en cómo explicar mejor lo que ofrezco. En cambio, intento escuchar más, reflexionar más, mejorar más. Quiero asegurarme de que lo que ofrezco sea realmente útil —no porque lo diga, sino porque efectivamente ayuda a resolver problemas reales. Al final, la confianza no se construye solo con transparencia al comunicar, sino con el trabajo silencioso y constante de crear valor verdadero.
De la opinión a la evidencia
Por eso intento basar mi trabajo en la acción y en la evidencia, más que en opiniones o discusiones interminables. En lugar de gastar tiempo especulando o debatiendo qué podría funcionar, me enfoco en crear condiciones reales para observar, probar y aprender —para que las decisiones se tomen a partir de resultados concretos, y no solo desde el discurso.
He comprendido que una buena comunicación comienza con sustancia. Por eso cambié el enfoque: dejé de intentar perfeccionar cómo se dicen las cosas para concentrarme en mejorar lo que realmente se hace —porque cuando la base es sólida, el mensaje se comunica solo.
Una última palabra — y de vuelta al trabajo
Podría seguir, pero eso iría en contra del mensaje. Creo que la idea está clara:
Hablar menos. Hacer más.
Si tienes un negocio o un proyecto que quieres llevar adelante —o llevar al siguiente nivel—, no dudes en escribirme. Estoy listo para hacer.
Con tacto
Gracias por tomarte el tiempo de contactarme.
Por favor cuéntame sobre tu proyecto o negocio para saber cómo puedo ayudarte mejor.